3-Explica con tus palabras lo que puedes hacer para construir la paz desde el interior
del hogar.
Respuestas a la pregunta
Respuesta: hablar cuando hayan peleas no pelear por cosas minas si no te gusta algo de la otra persona decirle pero de buena forma que hayan tareas de la casa equitativamente para todos no agredirsen ni verbal ni física mente y no tocar las cosas de la otra persona para que haya paz
Explicación: hola espero te sirva
El comienzo del año tiene que ver con la paz. Pedimos por la paz en el mundo y en todos los corazones de los hombres. Todos deseamos vivir en paz, tener paz y transmitir paz. Mahatma Gandhi dijo en una ocasión: «Hasta que el anhelo de paz no quede satisfecho y hasta que no hayamos liberado nuestra civilización de la violencia, Cristo no ha nacido aún».
Pero muchas veces comprobamos que no somos pacificadores sino más bien sembradores de guerras. El orgullo, el amor propio, la búsqueda enfermiza de nuestros deseos, los apegos desordenados. Todo nos habla de falta de paz.
¿Cómo se construye un mundo donde reine la paz cuando falta paz en el corazón? El Papa Francisco nos recuerda al comenzar el año: «La fraternidad, fundamento y camino para la paz. Recordemos las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: ‘permiso’, ‘gracias’, ‘perdón’. Cuando en una familia no se es entrometido y se pide permiso, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir gracias, gracias, y cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!».
La fraternidad tiene que ver con ese amor fraterno, al más débil, al que está solo y sufre. Un amor que sabe pedir perdón y permiso y sabe dar las gracias. Es el amor fraterno que se preocupa por el que está a su lado.
Para construir la paz es necesario cultivar ese amor fraterno cada día. Un amor que se preocupa por el otro, que se descentra. Cuando vivimos descentrados empiezan a ser importantes los problemas de los otros, de los que nos rodean. Más importantes que nuestros propios problemas y necesidades.
Pero, ¿y nosotros? ¿Somos constructores de la paz verdadera, pacificadores de este mundo en el que hay tanta violencia? Atentados terroristas, guerras, mentiras, difamaciones, violencia familiar, odio. Es tan real la falta de paz cada día cuando escuchamos las noticias… Nos gustaría que todo eso cambiara. Pero sabemos que la paz o la violencia surgen en el corazón.
A veces pensamos que hemos olvidado nuestros rencores. Pero de nuevo vuelven a la superficie y no nos dejan vivir con paz. Este tiempo navideño nos ha recordado nuestros propios límites en la familia, cuando nuestro amor no es tan fraterno, cuando no somos tan pacificadores como quisiéramos. Soñamos con una paz que surja de ese encuentro fraterno, solidario, humilde, verdadero, misericordioso.
El abrazo de la paz sólo es verdadero cuando se hace fuerte en el perdón, en la capacidad de aceptar al otro en su verdad, sin apartarlo, sin condenarlo. Un abrazo de la paz que enaltezca al que hoy tenemos cerca. Así debería ser nuestro abrazo al comenzar este año. Un abrazo largo e intenso.
El corazón del cristiano no busca una paz de Nirvana en la que pueda desentenderse del mundo y vivir tranquilo, sin que nadie moleste sus pasos. No, no es esa paz. El cristiano necesita la paz de Dios, pero para poder darse por entero, para poder entregar el corazón con generosidad y sin miedo. El cristiano no es feliz guardándose, sino dándose.
A Dios nadie lo ha visto, así termina Juan el prólogo de su evangelio. Pero él sí estuvo con Jesús. Jesús vino a contarnos cómo es Dios, cómo nos ama. Dios mismo se nos mostró en la carne de ese niño en Belén, en ese hombre que pasó haciendo el bien.
No nos trajo una paz que nos deje satisfechos. Vino a prender fuego al mundo para que nosotros entreguemos su paz.
Juan vivió con Él y se encendió en ese fuego. Juan recostó su pecho en su corazón. No recibió una paz que lo dejara indiferente. No, la paz de Cristo encendió su alma y cambió su vida. Al saberse amado se hizo amante. Porque el amor de Jesús nos cambia la vida y nos hace amar más.