3 condiciones necesarias para poder decir que una persona realmente está vida?
Respuestas a la pregunta
Respuesta: Muchas veces la frontera que separa la vida de la muerte es tan frágil y difícil de establecer que vivimos pensando que somos inmortales, y olvidamos que sólo hay una muerte en esta vida. La sociedad actual ha alejado este problema de nuestros pensamientos. Se vive como algo raro, imprevisto, que trunca nuestras vidas. Sentimos miedo, angustia, nos aterra pensar que la muerte es un misterio y que además es absolutamente incierta, cuándo y cómo vendrá.
Nuestro ejercicio profesional como enfermeras nos obliga a afrontar situaciones impactantes relacionadas tanto con la enfermedad como con la muerte. Pero cuando nos toca de cerca, un familiar, un amigo, nuestra actitud es totalmente diferente.
Actualmente tengo una persona muy próxima a mí, padeciendo una larga e incurable enfermedad: un cáncer de pulmón. Es una persona joven, alegre, bromista, vital allí donde las haya. Y es por eso, que al visitarlo en estos días en el hospital, reflexioné sobre todo su proceso, cómo y cuándo empezó hace ya más de cuatro años; su vida comenzó a depender de una palabra atroz, desgarradora, sin esperanza: cáncer. Y en esta reflexión compruebo que las cosas no son siempre como uno las imagina. Que de repente la muerte que no discrimina, nos puede despojar de todo, casi siempre en el momento mas inoportuno. Una sensación de desolación me invade: pero somos humanos y soy consciente de que nada es eterno.
Y a pesar de este cruel diagnóstico, él sabe convivir con su enfermedad desde el primer momento, probablemente pasando, sin conocerlo, por las cinco fases del morir descritas por Elisabeth Kubler-Ross, aunque las cuatro primeras (negación, enfado, negociación, depresión) parecen haberse superado como una exhalación, volcando toda su entereza en la quinta fase, la aceptación, que no sólo asume para sí, sino que anhela para los que le rodean.
Por eso quiero hablar sobre él, de su afrontamiento ejemplar ante la enfermedad, de su actitud hacia su muerte, sin miedo, sin derrotas. Posee una energía vital que transmite a todos los que le rodean. Posiblemente mucha más energía de la que le resta. Apenas le quedan fuerzas para hablar, pero su sonrisa te saluda y envuelve desde que entras en la habitación. Rápidamente se quita su inseparable mascarilla y comienza a charlar, o por lo menos a intentarlo, a bromear, a intentar demostrar que todo va bien. Y a mi se me cae el alma, y pienso: ¡que fortaleza la tuya! Él, consciente de su desenlace nos da un ejemplo de cómo morir, contagiando vida hasta en su final. A su lado siempre permanece, día y noche, su mujer, dulce y cariñosa, sus manos siempre entrelazadas dan muestra de su amor infinito, me reconforta ver estas imágenes porque sé que su muerte no será una experiencia solitaria.
Y me quedará cuando todo acabe, la necesidad de poder utilizar esta filosofía en mi actividad como enfermera, de poder analizar e identificar todas las actitudes y emociones ante la muerte en tantos casos similares en los que día a día me veo inmersa con pacientes en mi labor asistencial, con una visión holística de todo cuanto rodea al ser humano, pudiendo o por lo menos intentando dar respuestas a sus necesidades en el trance final con una muerte digna y en paz. Y a los que me siento obligada por su ejemplo.
La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos (Antonio Machado).