2. Pennac al parecer aboga por una lectura A en grupo. 6. en clase. C. en aulas de estudio. D. íntima.
Respuestas a la pregunta
define este libro como una perfecta animación a la lectura realizada a través de argumentos poco corrientes. No creo que sea así, pero el caso es que uno sale de Como una novela satisfecho, como después de reunirse con unos amigos y charlar de aficiones comunes, sin actitudes ni poses.
Pennac, todo hay que decirlo, no es rimbombante; aborda el problema con simplicidad y directamente, sin andarse con rodeos. El único problema que le encuentro es, quizá, la irrealidad que transpira. Digo esto porque el escritor propone la enseñanza de la literatura a través de la literatura misma, con lecturas, sin caer en la tentación de los comentarios, las exégesis y las reseñas. Lo cual, para qué engañarnos, es hermoso, pero poco práctico.
Aunque no soy partidario de que la letra entre con sangre, sí encuentro necesario que a los niños se les impulse a leer, y ello conlleva que comprendan lo que leen y que lo analicen. Puede que no sea el mejor método existente, puede que debiéramos volver a los paseos de Sócrates, pero hay que ceñirse a un sistema, y no creo que sea el peor de los posibles. Generaciones de lectores se han educado haciendo comentarios de texto y se han apasionado por la buena literatura, más tarde o más temprano, siguiendo o no las recomendaciones de sus profesores; como digo, no será un procedimiento perfecto, pero sí es válido.
Por lo demás, lo mejor de Como una novela es su parte final, donde desgrana diez leyes imprescindibles para todo lector, todas ellas tan ciertas como la vida misma y de una honestidad sorprendente. La número cinco, que habla sobre la calidad de los libros y la existencia de ‘buenas’ y ‘malas’ novelas, es un compendio perfecto de lo que pensamos en SDL, por lo que la cito casi en su totalidad: