2.- Paralelamente a este ambiente de cambio de este periodo, la existencia de una situación de crisis en la organización de la Iglesia se manifestaba en aspectos como: entre otros.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Históricamente, las pretensiones totalizantes de la Iglesia Católica la llevaron a
entablar una diálogo privilegiado con el Estado, a ocupar parte de sus estructuras para desde
allí, extender los principios de su doctrina al conjunto de la sociedad. Las ofensivas de
‘catolización’ sobre el Estado y la sociedad civil procuraron impregnar con valores religiosos
todos los ámbitos de la vida social y convertir a la Argentina en una nación católica.
La pelea por una educación religiosa en las escuelas públicas, la oposición
intransigente contra las leyes de divorcio y el férreo control sobre otros grupos religiosos,
caracterizaron el accionar de la institución católica en su relación con el Estado y con la
sociedad. Su carácter de religión predominante
2
y su marcada presencia social fueron el fruto
de ese tipo de comportamiento.
Independientemente de las relaciones de fuerza existentes en cada momento histórico,
lo cierto es que en el transcurso del siglo XX, el poder eclesiástico se fue constituyendo como
un actor a tener en cuenta, tanto en el marco de regímenes democráticos como en aquellos
signados por la ilegalidad.
Ahora bien, el significativo lugar que ocupó la Iglesia a lo largo de la historia tuvo un
precio: la pérdida de autonomía como institución; en otras palabras, el alineamiento y la
subordinación relativa a los proyectos del gobierno de turno. De esa manera, el crédito social
de la Iglesia quedó supeditado a los vaivenes de cada coyuntura política.
Es esta lógica de funcionamiento eclesial la que se encuentra actualmente en estado de
reformulación. Por un lado, la configuración social resultante del proceso de
redemocratización ha puesto en crisis la ‘política eclesiástica’ que sustentó la Iglesia desde su
radicación en la Argentina. Por otro, el cuestionamiento social sobre el papel desempeñado por
la jerarquía eclesiástica durante la última dictadura militar, puso en duda la legitimidad de la
institución católica en la sociedad. Desde el restablecimiento de la democracia en 1983 hasta la
finalización del mandato de monseñor Antonio Quarracino como presidente de la Conferencia
Episcopal Argentina -CEA- en 1996, la Iglesia Católica sufrió los ataques de la opinión
pública a la luz de los descubrimientos que certificaban cómo numerosos cuadros dirigentes
católicos habían participado de una u otra manera en los actos de represión ilegal
3
.
2 Una variedad de disposiciones en la Constitución Nacional -entre las que se destaca el artículo 2º que establece
la obligatoriedad del Estado en sostener el culto católico- dan cuenta del status privilegiado de la religión católica
en relación a otros credos.
3 La presencia de los funcionarios religiosos en los centros clandestinos de detención formó parte de la rutina de
aquel momento. La asistencia a los represores o la imposición moral utilizada en los interrogatorios a los que
luego serían fusilados demostraron el grado de compenetración de ciertas autoridades del catolicismo con el
régimen militar. Fundamentalmente los capellanes militares se dedicaron a apuntalar espiritualmente a los
torturadores y quebrar emocionalmente a los civiles capturados.
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) en su informe “Nunca Más” certificó
estos y otros actos cometidos por miembros de la Iglesia Católica (AA.VV., 1992). Por ejemplo, el fichero de
detenidos y desaparecidos que poseía la Vicaría Castrense (Dri, 1987). El Diario del Juicio a las Juntas Militares
citó el uso de rosarios por parte de los torturadores en los centros de detención y reprodujo una frase del
Capitán ‘Tigre’ Acosta en el Centro Clandestino de la Marina que dio cuenta de la avenencia católica-militar:“Esta guerra es justa, Jesucristo está de nuestro lado...” (Dri, 1987 :292).