2 milagros que le ocurrieron a las personas por su devoción al Señor de los Milagros
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Griselda mantiene la tradición
Griselda Escobar Vda. de Ríos es una señora que con mucha seriedad cuenta que está próxima a cumplir 60 años, sin permitir que nadie se sorprenda, pues parece mucho mayor. Ella sufre de terribles dolores en las rodillas que la obligan a usar unos bastones ortopédicos para moverse solo lo necesario, ya que casi no puede caminar. Se mantiene sentada al lado de sus estampitas.
Griselda Escobar (César Campos/Perú21)
Griselda Escobar (César Campos/Perú21)
Esta situación ya no le permite seguir en procesión a su Cristo Moreno, como ella lo llama, pero eso no le ha impedido estar presente en el momento en que la pesada anda sale de su sede central. Un evento que no se pierde desde hace 40 años.
Ella vende estampitas y rosarios en la puerta de Las Nazarenas. "Dos soles, cinco soles las grandes", así se gana la vida junto a su hija desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde, hora en la que los fieles ya están de regreso a sus casas. Ella se siente orgullosa de formar parte y mantener esta tradición.
"Yo me amanezco acá, yo prácticamente todas las noches me quedaba dando mis oraciones acá. Ya me ha hecho varios milagros, desde chica me daban ataques pero Él me sanó", me comenta Griselda con su mirada llena de seguridad. "Ahora me quieren cortar las rodillas y yo no quiero", se preocupa, pero se mantiene firme en su nueva petición, ella quiere poder caminar sin problema junto a su Señor.
Explicación:
La tímida Soledad
Soledad sonríe tímidamente. Es una mujer de aproximadamente 70 años, y que lleva los últimos quince visitando la iglesia de Las Nazarenas todos los domingos. Luego de encender una de sus velas frente a la imagen del Cristo crucificado a las seis de la mañana, inicia su jornada.
Soledad (César Campos/Perú21)
Soledad (César Campos/Perú21)
Ella cuenta que desde muy niña le inculcaron la devoción al Señor de los Milagros en su humilde hogar, del que ya le quedan pocos recuerdos. Una devoción que la ha mantenido a lo largo de los años y que según ella le permite seguir sonriendo pese a la adversidad y la alienta a salir todas las mañanas para acompañar la procesión y vender sus velas a un sol.