2 historias cortas de terror
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Espero te sirva .......
La isla de las muñecas
Parece un escenario sacado de una película, pero es real. Existe una isla ubicada en el centro-sur de Ciudad de México en la que reinan miles de muñecas antiguas. Abandonadas a modo de ofrenda, algunas de sus cabezas se exhiben clavadas en estacas, mientras que otras permanecen colgadas de los árboles. La historia se remonta a 1950, cuando el propietario del terreno, Julián Santana, empezó a colgar muñecas como protección contra los malos espíritus.
Tiempo atrás, había encontrado el cuerpo de una joven que había fallecido ahogada a orillas de los terrenos del hombre. Empezó a convertirse en protagonista de episodios paranormales: oía voces, pasos y el llanto de una mujer, por lo que decidió colocar muñecas por la isla para ahuyentar el alma de la chica. Su obsesión llegó hasta tal punto que pasaba las horas buscando muñecas en las basura y en los canales de Cuemanco.
Santana falleció en 2001 cuando se encontraba a orillas del río, justo después de comentarle a su sobrino que una sirena quería llevárselo. Ahora, el lugar se ha convertido en un sitio turístico y las autoridades de la región se plantean crear un museo para conservar las muñecas.
El visitante nocturno
Leonor se mudaba de nuevo. A su madre le encantaba la restauración, así que su predilección por las casas antiguas empujaba a la familia a llevar una vida más bien nómada. Era la primera noche que dormían allí y, como siempre, su madre le había dejado una pequeña bombilla encendida para espantar todos sus miedos. Cada vez que se cambiaban de casa le costaba conciliar el sueño.
La primera noche apenas durmió. El crujir de las ventanas y del parqué la despertaba continuamente. Pasaron tres días más hasta que empezó a acostumbrarse a los ruidos y descansó del tirón. Una semana después, en una noche fría, un fuerte estruendo la sobresaltó. Había tormenta y la ventana se había abierto de par en par por el fuerte vendaval. Presionó el interruptor de la luz, pero no se encendió. El ruido volvió a sonar, esta vez, desde el otro extremo de la habitación. Se levantó corriendo y, con la palma de la mano extendida sobre la pared, empezó a caminar en busca de su madre. Estaba completamente a oscuras. A los dos pasos, su mano chocó contra algo. Lo palpó y se estremeció al momento: era un mechón de pelo. Atemorizada, un relámpago iluminó la estancia y vio a un niño de su misma estatura frente a ella. Arrancó a correr por el pasillo, gritando, hasta que se topó con su madre. “¿Tu también lo has visto?”, le preguntó.
Sin ni siquiera preparar el equipaje, salieron pitando de la casa. Volvieron al amanecer, tiritando y con las ropas mojadas. Se encontraron todo tal y como lo habían dejado... menos el espejo del habitación de la niña. Un mechón de pelo colgaba de una de las esquinas y la palabra “FUERA” estaba grabada en el vidrio.
La familia se mudó de manera definitiva para dejar atrás aquella pesadilla. Leonor había empezado a ir a un nuevo colegio y tenía nuevos amigos. Un día, la profesora de castellano les repartió unos periódicos antiguos para una actividad. La niña ahogó un grito cuando, en una de las portadas, vio al mismo niño una vez más, bajo un titular: “Aparece muerto un menor en extrañas circunstancias”.