Castellano, pregunta formulada por jcadenabermudez, hace 8 meses

10 ideas principales del libro lo que no tiene nombre

Respuestas a la pregunta

Contestado por alexabucaros0822
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Respuesta:

Explicación:

Empecemos por el final porque la muerte, la terca muerte, no tiene ni pies ni cabeza, noconoce antes ni después, porque sólo hay eternidad en sus recovecos. Y porque este libroque está en mis manos (y de quien espero que algún día esté en las suyas), el mismo queleí sin darme la oportunidad de levantarme de la silla ni darle espacio a las deliberaciones,habla de la muerte. Pero no de la muerte que le llega a quien la vida ya no tiene pordónde entrar, sino sobre la muerte de un joven de veintiocho años de edad.Empecemos, decía, por el final. Leemos en la última página:

“Yo he vuelto a parirte, con el

mismo dolor, para que vivas un poco más, para que no desaparezcas de la memoria. Y lohe hecho con palabras, porque ellas, que son móviles, que hablan siempre de manera

distinta, no petrifican, no hacen las veces de una tumba”.

Eso es este libro: empujar elviento, arañar la piedra, amordazar los dientes que roen el alma, darle, en últimas, unamigaja de vida a quien ya no la tiene.Pero es más que eso: es la reivindicación de quienes sobrellevan la esquizofrenia gracias aque Daniel, la razón de este libro, padecía esta enfermedad.Vale decir a modo de paréntesis, que quienes estamos a este lado, si acaso hay un río o un

abismo o una delgada línea que separe a los “sanos” de los “enfermos”, no sabemos qué

voces susurran en la madrugada, que angustia socava las entrañas en las tardes lluviosasni aún podríamos saber cuántas sombras los esperan emboscados en todas las esquinasde la vida. Sólo vemos al muchacho que habla sin parar o a la señorita que guarda unsilencio impenetrable. Evidencia, decimos, que está mal, que hay que esconderlos,encadenarlos a las camas, acaso si decidimos aprovechar el privilegio de estar en losalbores del siglo XXI, recluirlos detrás de pastillas (no importa si es risperidona,haloperidol, clorpromazina, olanzapina o aripiprazol), esconderlos bajo la alegre máscarade la sonrisa o, si el caso se pone difícil, que sucede con relativa frecuencia, olvidarlo,renegar de su existencia, alzar la mano contra él cada vez que estorbe nuestro paso porlas calles.Así las circunstancias, Daniel asistió cada semana del 2006 al 2010 a terapias con elpsiquiatra y se ligó a los medicamentos. ¿Qué más podía hacer él y su familia frente a estedrama que es tanto o más trágico que la enfermedad misma? Sus temores se

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