Contabilidad, pregunta formulada por guadalupe14cele, hace 6 meses

1) SITUACIÓN INICIAL Caja 43000. Banco Macro dc 20000. Bienes para la venta 10000. Deudores por
Ventas 9600. Clientes atrasados 2000. Deudores en estudio de los abogados 1800, PDI 987, Compras 3500,
Rodados 15000. Am Ac Rodados 5000. Documentos a favor 5000. Proveedores 2000, Debo por Rodados
3000. Ventas 3000, Alquileres
cedidos 3500. Capital "X" (UN PUNTO)
2) Del análisis de los Créditos: el 15% de los Clientes se demora en el pago
Del inicio: Se declaran incobrables el 10% de los clientes atrasados y el 60% de los Ds en gestión judicial.
Calcular la nueva PDI, 5% del saldo ajustado de todos los deudores. (UN PUNTO)
3) Compramos Bienes para vender $ 5000 con cheque. El transporte nos cobra 200 en efectivo. (UN PUNTO)
4) Compramos escritorios y sillas para usar $3400 en cta. cte. El transporte nos cobra 300 (UN PUNTO)
5) EFM 3500 (UN PUNTO)
6) Descontamos dos pagarés de terceros:
a) Pagaré de 1500 firmado por la Sra. Luna
b) Pagaré de 1800 firmado por el Sr Soll
Los intereses son del 7% y los gastos del 3%. El Sr. Sol cancela el pagaré La Sra. Luna no cancela el pagaré,
el Banco lo descuenta de mi cuenta, agregando interese del 3% del monto. Cobro a mi cliente el documento
en efectivo, recupero los gastos. (UN PUNTO)
7) Vendemos los rodados del inicio a $ 9500 en efectivo. (UN PUNTO)
8) Compramos un inmueble a 77.000 Pagamos la seña con cheque y con efectivo los gastos de escrituración
Nos entregan el inmueble compensamos la seña y los gastos Completamos el precio con 3 pagarés. (1)
9) Teoría: Secuencia de pagarés de terceros (DOS PUNTOS)
I​

Respuestas a la pregunta

Contestado por aguanta09
0

Respuesta:

Explicación:

El libro

El hombre miró la hora: tenía por delante veinticinco minutos antes de la salida del tren. Se levantó, pagó

el café y fue al baño. En el cubículo, la luz mortecina le alcanzó su cara en el espejo manchado. Con gesto

automático, se pasó la mano de dedos abiertos por el pelo. Entró al sanitario, ahí la luz era mejor. Apretó el

botón y el agua corrió. Cuando se dio vuelta para salir, descubrió el libro. Estaba en el suelo, de canto contra la

pared. Era un libro pequeño y grueso, de tapas duras y hojas de papel de arroz, inexplicablemente pesado. Lo

examinó un momento. No tenía portada ni título, ni numeración en las hojas, tampoco el nombre del autor o

el de la casa editorial. Bajó la tapa del inodoro, se sentó, y pasó distraído las primeras páginas, de una

tipografía apretada, que se continuaban sin capítulos ni apartados. Miró el reloj. Faltaba para la salida del tren.

Se acomodó mejor y hojeó partes al azar. Sorprendido, reconoció coincidencias. En una página leyó

nombres de lugares y de personas que le eran familiares; a continuación, encontró escritos los nombres de

pila de su padre y su madre. Unas cien páginas más adelante —aunque era difícil calcularlas por el papel de

arroz— leyó, sin error posible, el nombre completo de Gabriela. Cerró la tapa con fuerza. El libro le produjo

inquietud y cierta repugnancia. Quedó inmóvil mirando la puerta del sanitario pintada toscamente de verde,

cruzada por innumerables inscripciones. Fluyeron unos segundos vacíos en los que percibió el ajetreo lejano

de la estación y la máquina Express del bar. Cuando logró calmar un insensato presentimiento, volvió a abrir el

libro. Recorrió las páginas sin ver las palabras. Finalmente, sus ojos cayeron sobre unas líneas: En el cubículo,

la luz mortecina le alcanza su cara en el espejo manchado. Con gesto automático, se pasa la mano de dedos

abiertos por el pelo. Se levantó de un salto. Con el índice entre las páginas, fue a mirarse, asombrado, en el

espejo, como si necesitara corroborar con alguien lo que estaba pasando. Abrió en la página señalada con el

dedo. Se levanta de un salto. Con el índice entre las páginas, va a mirarse, asombrado… El libro cayó dentro del

lavatorio transformado en un objeto candente. Lo miró horrorizado. Consultó el reloj. Su tren partía en diez

minutos. En un gesto irreprimible, que consideró de locura, levantó el libro, lo metió en el bolsillo del saco y

salió del bar. Caminó rápido por el extenso hall hacia la plataforma 7, la de su horario. Con angustia creciente

pensó que cada uno de sus gestos estaba escrito, hasta el acto elemental de caminar. Palpó el bolsillo

deformado por el peso anormal del libro y rechazó, con espanto, la tentación cada vez más fuerte, más

imperiosa, de leer las páginas finales. Se detuvo desconcertado; faltaban tres minutos para la partida. Miró la

gigantesca cúpula de la estación como si allí pudiera encontrar una respuesta. ¿Las páginas le estaban

destinadas o el libro poseía una facultad mimética y transcribía a cada persona que lo encontraba? Apresuró

los pasos hacia el andén pero, por alguna razón oculta que no supo explicarse, volvió a girar y echó a correr

con el peso muerto en el bolsillo. Atravesó el barzigzagueando entre las mesas y entró en el baño. El libro era

un objeto maligno; luchó contra el impulso irreprimible de abrirlo en el final y lo dejó en el piso, detrás de la

puerta, donde lo había encontrado. Casi sin aliento cruzó el hall. Corrió como si lo persiguieran. Alcanzó a subir

al tren en el último vagón, cuando dejaban el oscuro andén atrás y salían a cielo abierto. Cuando el conductor,

invisible, elegía una de las vías de la trama de vías que se abrían en diferentes direcciones.

Contestado por dricardocontreras
0

Respuesta:

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