Castellano, pregunta formulada por frankonwa, hace 8 meses

1) ¿Por qué los padres no quieren llevar al niño al circo? ¿qué temores tenían?

2) ¿Cuántas bocas aparecen en el texto? ¿A cuál hace referencia al título?
3) El dolor que siente el niño antes de ver a los payasos ¿se confirma al final del

relato? ¿Cómo? subraya la opción más adecuada y explica por qué la elegiste.

a) No vio a los trapecistas.

b) No se rio con los payasos.

c) El circo lo desilusionó.

d) Lo conmueve el cansancio existencial del payaso.

e) Los payasos son tristes.

4) ¿Crees qué es un relato realista? ¿Por qué?

5) Elabora un nuevo final para este relato (15 renglones). texto " esa boca"

Su entusiasmo por el circo se venía arrastrando desde tiempo atrás. Dos meses, quizá. Pero cuando siete años son toda la vida y aún se ve el mundo de los mayores como una muchedumbre a través de un vidrio esmerilado, entonces dos meses representan un largo, insondable proceso. Sus hermanos mayores habían ido dos o tres veces e imitaban minuciosamente las graciosas desgracias de los payasos y las contorsiones y equilibrios de los forzudos. También los compañeros de la escuela lo habían visto y se reían con grandes aspavientos al recordar este golpe o aquella pirueta. Sólo que Carlos no sabía que eran exageraciones destinadas a él, a él que no iba al circo porque el padre entendía que era muy impresionable y podía conmoverse demasiado ante el riesgo inútil que corrían los trapecistas. Sin embargo, Carlos sentía algo parecido a un dolor en el pecho siempre que pensaba en los payasos. Cada día se le iba siendo más dificil soportar su curiosidad.
       Entonces preparó la frase y en el momento oportuno se la dijo al padre: “¿No habría forma de que yo pudiese ir alguna vez al circo?” A los siete años, toda frase larga resulta simpática y el padre se vio obligado primero a sonreír, luego a explicarse: “No quiero que veas a los trapecistas.” En cuanto oyó esto, Carlos se sintió verdaderamente a salvo, porque él no tenía interés en los trapecistas. “¿Y si me fuera cuando empieza ese número?” “Bueno”, contestó el padre, “así, sí”.
      La madre compró dos entradas y lo llevó el sábado de noche. Apareció una mujer de malla roja que hacía equilibrio sobre un caballo blanco. Él esperaba a los payasos. Aplaudieron. Después salieron unos monos que andaban en bicicleta, pero él esperaba a los payasos. Otra vez aplaudieron y apareció un malabarista. Carlos miraba con los ojos muy abiertos, pero de pronto se encontró bostezando. Aplaudieron de nuevo y salieron —ahora sí— los payasos.
      Su interés llegó a la máxima tensión. Eran cuatro, dos de ellos enanos. Uno de los grandes hizo una cabriola, de aquellas que imitaba su hermano mayor. Un enano se le metió entre las piernas y el payaso grande le pegó sonoramente en el trasero. Casi todos los espectadores se reían y algunos muchachitos empezaban a festejar el chiste mímico antes aún de que el payaso emprendiera su gesto. Los dos enanos se trenzaron en la milésima versión de una pelea absurda, mientras el menos cómico de los otros dos los alentaba para que se pegasen. Entonces el segundo payaso grande, que era sin lugar a dudas el más cómico, se acercó a la baranda que limitaba la pista, y Carlos lo vio junto a él, tan cerca que pudo distinguir la boca cansada del hombre bajo la risa pintada y fija del payaso. Por un instante el pobre diablo vio aquella carita asombrada y le sonrió, de modo imperceptible, con sus labios verdaderos. Pero los otros tres habían concluido y el payaso más cómico se unió a los demás en los porrazos y saltos finales, y todos aplaudieron, aun la madre de Carlos.
      Y como después venían los trapecistas, de acuerdo a lo convenidó la madre lo tomó de un brazo y salieron a la calle. Ahora sí había visto el circo, como sus hermanos y los compañeros del colegio. Sentía el pecho vacío y no le importaba qué iba a decir mañana. Serían las once de la noche, pero la madre sospechaba algo y lo introdujo en la zona de luz de una vidriera. Le pasó despacio, como si no lo creyera, una mano por los ojos, y después le preguntó si estaba llorando. Él no dijo nada. “¿Es por los trapecistas? ¿Tenías ganas de verlos?”
      Ya era demasiado. A él no le interesaban los trapecistas. Sólo para destruir el malentendido, explicó que lloraba porque los payasos no le hacían reír.​

Adjuntos:

Respuestas a la pregunta

Contestado por arayamariangel08
1

Respuesta:

1- el padre entendía que era muy impresionable y podía conmoverse demasiado ante el riesgo inútil que corrían los trapecistas.

2- 1, la boca del payaso, que se veía triste.

3- Al final del relato se dice que "lloraba porque los payasos no le hacían reír".

Opción "B"

4- personalmente creo que sí, por el hecho de que las personas que trabajan y circos y actividades así por el estilo, también son humanos, y muchas veces tienen que fingir su sonrisa.

5- "Entonces al llegar a su casa, su padre que lo vio triste le preguntó que le pasaba, ¿por qué esa cara?, el niño desilusionado por el espectáculo de los payasos le dijo a su padre: "los payasos no me hicieron reír", el padre con cara de confusión le preguntó: "pero por los payasos era por lo que tú más querías ir, no entiendo por qué te entristecieron". El niño con un vacío en el pecho estaba mal, ya que el había querido ir al circo, solo por los payasos, y aquellos lo decepcionaron. Pensaba en que iba a decir mañana en el colegio, aquellos compañeros y compañeras le preguntarian como le fue en el circo, y el con la mayor desilusión, tendría que repetirles de nuevo que los payasos no lo hicieron reír."


arayamariangel08: trabajan en circos.*
Otras preguntas