1.¿Dónde aprendemos a amar y perdonar?
2. ¿Qué pasa en nuestra vida si no perdonamos?
3. ¿Por qué debemos perdonar?
4. ¿Cuáles son las actitudes que son necesarias para que se dé el perdón y la reconciliación?
Texto :
4 de noviembre de 2015 Redacción ACI Prensa.
En la catequesis del miércoles, el Papa Francisco animó a las familias a pensar que sin el perdón “ningún amor puede durar”. A continuación, el texto: El Papa Francisco inició su catequesis con un saludo y recordando que la Asamblea del Sínodo de los Obispos había concluido, donde han reflexionado sobre la vocación y la misión de la familia en la vida de la Iglesia y de la sociedad contemporánea... Así mismo afirmó que la vida no se detiene: Ustedes, queridas familias, están siempre en camino... Además indicó: que la familia es un gran gimnasio para entrenar al don y al perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede durar, sin donarse, sin perdonarse, el amor no permanece, no dura. En la oración del Padre Nuestro - Jesús nos hace pedirle al Padre: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Y al final comenta: «Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes» (Mt 6,12.14-15). No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en familia. Cada día nos faltamos al respeto el uno al otro. Debemos poner en consideración estos errores, debidos a nuestra fragilidad y a nuestro egoísmo. Lo que se nos pide es sanar inmediatamente las heridas que nos hacemos, retejer inmediatamente los hilos que rompemos en la familia. Si esperamos demasiado, todo se transforma más difícil. Y hay un secreto simple para sanar las heridas y para disolver las acusaciones, es este: no dejar que termine el día sin pedirse perdón, sin hacer la paz entre el marido y la mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas... Si aprendemos a pedirnos inmediatamente perdón y a darnos el perdón recíproco, sanan las heridas, el matrimonio se robustece, y la familia se transforma en una casa más sólida,... Y para esto no es necesario hacer un gran discurso, sino que es suficiente una caricia y ha terminado todo y se recomienza, pero no terminar el día en guerra ¿entienden? Si aprendemos a vivir así en familia, lo hacemos también fuera, en todas partes que nos encontramos. Es fácil ser escépticos sobre esto... Se dice: si, son bellas palabras, pero es imposible ponerlas en práctica. Pero gracias a Dios no es así. De hecho es precisamente recibiendo el perdón de Dios que, a su vez, somos capaces de perdonar a los otros... Es indispensable que, en una sociedad a veces despiadada, haya lugares, como la familia, donde se aprenda a perdonar los unos a otros. La práctica del perdón no solo salva las familias de la división, sino que las hace capaces de ayudar a la sociedad a ser menos malvada y menos cruel. Si, cada gesto de perdón repara la casa de las grietas y refuerza sus muros... Les aseguro, queridas familias cristianas, que si serán capaces de caminar siempre más decididamente sobre el camino de las Bienaventuranzas, aprendiendo y enseñando a perdonarse recíprocamente, en toda la grande familia de la Iglesia crecerá la capacidad de dar testimonio a la fuerza renovadora del perdón de Dios. Diversamente, haremos predicas también bellas, y quizá expulsaremos también cualquier demonio, pero al final el Señor ¡no nos reconocerá como sus discípulos! Porque no hemos tenido la capacidad de perdonar y de hacernos perdonar por los otros. De verdad las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad de hoy, y también por la Iglesia. Por eso deseo que en el Jubileo de la Misericordia las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco. Recemos para que las familias sean siempre más capaces de vivir y de construir caminos concretos de reconciliación, donde ninguno se sienta abandonado al peso de sus ofensas. Termina su catequesis diciendo: “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Digámoslo juntos: “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.
Gracias.
Respuestas a la pregunta
Contestado por
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Respuesta:
¿Dónde aprendemos a amar y perdonar?
Nuestros mismos padres nos enseñan en la casa y en la biblia.
¿Qué pasa en nuestra vida si no perdonamos?
Si no perdonas, quizás tú: Traigas enojo y amargura a cada relación y nueva experiencia. Estés tan enfocado en la mala experiencia que no puedes disfrutar del presente. Te deprimas, o te pongas ansioso.
¿Por qué debemos perdonar?
Porque perdonar reduce el temor al rechazo, engaño, abandono, por lo tanto, incrementa la confianza en sí mismo y libera al individuo del rencor.
¿Cuáles son las actitudes que son necesarias para que se dé el perdón y la reconciliación?
Es un proceso de introspección que busca que el ofendido resignifique la memoria ingrata de una ofensa y recobre su seguridad mientras define cómo actuar ante lo ocurrido, ya sin rencor ni deseos de venganza, potenciando sus relaciones, proyectando su perspectiva sobre la vida y adquiriendo habilidades para el manejo
Explicación:
Camila13jc:
C LA AMAAAAAA, GRACIAS!!! <3
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