1- Copia en el cuaderno la cita bíblica Mateo 5, 1-12
2- Elige una bienaventuranza y escribe una reflexión o mensaje para ti.
3- Elabora un dibujo general sobre este texto bíblico.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
esa es la primera necesito la 2,3
Respuesta:
1-El Evangelio dominical trae el texto de las bienaventuranzas. Vale la pena convertirlo en palabra para nosotros hoy.
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Estas son las personas que aman y sirven desinteresadamente...
2-Los “pobres en espíritu” son aquellos que se sumergen a sí mismos en la gracia de Dios.[1] Son quienes reconocen de forma personal su estado de bancarrota espiritual ante Dios. Es el recaudador de impuestos en el templo, golpeando su pecho y diciendo, “Dios, ten piedad de mí, pecador” (Lc 18:9–14). Es una confesión honesta de que somos pecadores y plenamente carentes de las virtudes morales necesarias para agradar a Dios. Es lo opuesto a la arrogancia. En su forma más profunda, reconoce nuestra necesidad desesperada de Dios. Jesús está declarando que es una bendición reconocer nuestra necesidad de ser llenos de la gracia de Dios.
Por tanto, al inicio del Sermón del monte, aprendemos que no tenemos los recursos espirituales en nosotros mismos para poner en práctica las enseñanzas de Jesús. No podemos cumplir el llamado de Dios en nuestras propias fuerzas. Bienaventurados los que se dan cuenta de que están en bancarrota espiritual, porque esta comprensión los lleva a Dios. Ellos saben que para alcanzar el propósito para el que fueron creados (lo que deben ser y hacer), necesitan la ayuda del Señor. Gran parte del resto del Sermón destruye una idea con la que nos hemos engañado a nosotros mismos: que somos capaces de obtener un estado de bienaventuranza por nuestra propia cuenta. El Sermón busca producir en nosotros una pobreza genuina de espíritu.
¿Cuál es el resultado práctico de esta bendición? Si somos pobres de espíritu, somos capaces de calificar honestamente nuestro propio trabajo. De esta manera, no exageramos nuestro CV o alardeamos sobre nuestra posición. Sabemos lo difícil que es trabajar con personas que no pueden aprender, crecer o aceptar la corrección porque están tratando de mantener una imagen incorrecta de sí mismos. Así que nos comprometemos a ser honestos acerca de nosotros mismos. Recordamos que incluso Jesús, cuando comenzó a trabajar con madera, necesitó guía e instrucción. Al mismo tiempo, reconocemos que solo cuando Dios trabaja dentro de nosotros, podemos poner las enseñanzas de Jesús en práctica en el trabajo. Buscamos la presencia y fortaleza de Dios en nuestras vidas cada día mientras vivimos como cristianos en el lugar donde trabajamos.
En un mundo caído, la pobreza de espíritu puede parecer un impedimento para el éxito y avance. Con frecuencia, esto es una ilusión. ¿Quién puede llegar a ser más exitoso a la larga? ¿Un líder que dice, “No teman, yo puedo manejar todo, solo hagan lo que les digo”, o un líder que dice, “Juntos lo podemos hacer, pero todos tendremos que hacer nuestra labor mejor de lo que lo hemos hecho antes”? Al menos dentro de las mejores organizaciones, ya quedó atrás la época en la que un líder arrogante y que se promueve a sí mismo fuera considerado como mejor que un líder humilde que empodera a los demás. Por ejemplo, la primera señal característica de las compañías que alcanzan la grandeza duradera, es que tienen un líder humilde, de acuerdo con la reconocida investigación de Jim Collins.[2] Por supuesto, muchos lugares de trabajo permanecen atascados en el reino antiguo de la autopromoción y la autovaloración excesivamente alta. En algunas situaciones, el mejor consejo práctico es encontrar otro trabajo, si es posible. En otros casos, puede que no sea posible o conveniente dejar el trabajo, porque al permanecer allí un cristiano podría ser una fuerza importante del bien. En estas situaciones, los pobres en espíritu son todavía más una bendición para aquellos a su alrededor.