1. Con la llegada de los españoles, ¿Qué transformaciones sufrió la producción agrícola?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
A lo largo de los siglos XVII y sobre todo XVIII, la agricultura se transformó en la actividad económica más importante en América. Ello se debió principalmente al crecimiento de la población, con el consiguiente aumento de la demanda de alimentos; a la valorización social que otorgaba la posesión de la tierra; y al establecimiento de numerosas haciendas y estancias en territorios que antes no se destacaban por su productividad.
Los factores climáticos y geográficos determinaron el desarrollo de ciertas zonas que se especializaron en el cultivo de algunas plantas o en la crianza de ganado mayor. De esta manera, en las Antillas sobresalían las plantaciones de la caña de azúcar y la ganadería. Nueva España y Centroamérica se destacaron por el tabaco, cacao, trigo, seda, azúcar, algodón, añil y la grana o cochinilla. En el norte de México prosperó la ganadería extensa, al igual que en Venezuela, tierra del chocolate.
El Nuevo Reino de Granada y la Audiencia de Quito aportaron cacao, tabaco e índigo, mientras la región peruana contó con azúcar, trigo, maíz, coca y vides. Paraguay se hizo famoso por sus maderas y la hierba mate. En el extremo sur, en el Río de la Plata se desarrollaron la ganadería y la producción de trigo, en tanto Chile exportaba trigo, cebo y cordobanes.
Es importante señalar que las comarcas agrícolas se dedicaron más a la satisfacción de las necesidades del mercado interno, que a la exportación hacia la metrópoli. España, en virtud del monopolio comercial que ejercía sobre sus colonias, no fomentó el cultivo masivo de aquellos productos que podían competir con los que se producían en la península. Sí hubo un importante comercio exterior representado por el azúcar, algodón, café, cacao, vainilla, tabaco y añil que se cultivaron industrialmente.
Explicación:
En un comienzo los conquistadores españoles menospreciaron la agricultura, volcándose principalmente hacia la minería. Sin embargo, los centros mineros no podían subsistir sin agricultura y ganadería, pues debían resolver los problemas de alimentación y transporte. Así, en torno a las explotaciones mineras tempranamente se establecieron haciendas y estancias, cuya producción de trigo, carne de puerco y res, mulas, maíz, cueros y sebo se dirigió a satisfacer las necesidades de la población minera.