1.4. ¿Por qué sirvió la encomienda para que el español y el indígena permanecieran en determinados lugares?
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LAS ENCOMIENDAS Vino después de tantas instituciones y normas desastrosas para el nativo, el régimen de “las encomiendas”, que para los colonos era una simple institución para aprovecharse del indio. Había nacido este sistema humillante en las Antillas en 1503 y como favorecía al dominio de la Real Corona, se explayó pronto por toda la América sometida. Hubo resistencia por parte de los naturales, como en el caso los Guane, pero de nada sirvió. Fue impuesta una nueva injusticia y atropello de derechos de los nativos. Las encomiendas era simplemente, con fuerza de ley, actuar para colocar bajo la autoridad absoluta de un español a un determinado número de pueblos o tribus indígenas. El fin, según la oscura norma que las reglamentaba, era proporcionarles educación cristiana, que poco le interesaba a muchos indígenas, a cambio del trabajo personal sin remuneración ni descanso. “Tenían que aceptar a la fuerza lo que no les interesaba como enseñanza o conocimiento, consentir los trabajos forzados asignados y el pago de un tributo. “Los encomenderos debían obligarse, bajo juramento, a tratar con benignidad a los naturales a quienes debían proveer de curas doctrineros y a quienes debían suministrar todo lo necesario para el culto divino”. Hay que tener en cuenta que el principal elemento de comunicación de los españoles para con los indios, fue el “látigo” y la “fusta” los mismos con que se arriaba a los caballos y las mulas. La benignidad la entendían los españoles como necesidad de aplicarle, “azotes porque si y azotes porque no”. Las encomiendas fueron todo el tiempo entidades administrativas a favor y provecho de los españoles, a pesar que el texto decía lo contrario. Los encomenderos comprendían que las tierras seguían siendo propiedad de los indígenas y no de ellos, pero no admitían ni a nombre del Dios que decían enseñar que debían devolverlas a sus dueños legítimos. Según el contenido de la disposición real, “el encomendero no era amo o señor de sus encomendados y no podía ejercer sobre ellos autoridad civil ni penal”. A la hora de verdades, las encomiendas no fueron sino instrumentos a beneficio del español, para ir paulatinamente desposeyendo a los indígenas y convirtiéndolos de autónomos de su cultura propia, en esclavos de de los españoles. “Ya como trabajadores de los encomenderos, ya pagando a éstos impuestos excesivos o estuvieran como fuera, éstos siempre llevaban las de perder”. La actitud de doble moral de los españoles, “…provocaron no pocas revueltas de los naturales, en las que la mayor parte de las veces y por muchas ocasiones castigaba al nativo con nuevos tributos su supuesta indolencia al reclamar tratamiento de seres humanos…” Entre esas revueltas está las de los lavadores del Río de Oro, la que es considerada el primer paro de trabajadores en Colombia. El indio, particularmente el Guane, se resignaba a la potestad absoluta de sus amos para no empeorar su situación. Las obligaciones impuestas por los encomenderos al cacique y su tribu eran exageradas, en otras palabras, trabajaban en exclusiva para el encomendero con detrimento de su propia familia. El catálogo de impuestos era agobiante. Los encomenderos llevaban una vida principesca llena de lujos a cargo del nativo. Fueron muy contados los que no se excedieron contra los empobrecidos Guane en detrimento del bienestar económico, moral y cultural de sus encomendados. Muchos indios huyeron conde pudieran evadir sus impuestos y trabajar para su familia.
Las encomiendas fueron: “Cherota al noroeste de la aldea de Bucaramanga sobre la margen sur del río Suratá. Chimatá, sobre la quebrada homónima al sur de Bucaramanga. Zapamanga al sureste de Bucaramanga, entre la quebrada Mamota y el alto río Frío. Bucarica, al sureste de Bucaramanga, entre el río Frío y el río Hato.
Guanentá en la hoya del río Suárez. Chanchón, en la hoya del río Suárez, vertiente oriental bien abajo del lugar donde se fundó luego el Socorro. Charalá o Chalalá situada al Sur del territorio Guanentino. El Pueblo Colonial de Guane, recordamos correspondía al cacicazgo antiguo de Moncora. Choaquete quebrada en las vegas del Saravita mano derecha al sur de Moncora”.
Macaregua, vertiente derecha del Suárez o Saravita, frente a la quebrada de Chiviriti. Butaregua al Sur de Macaregua. Lubigara entre los pueblos anteriores. Coratá al noroeste de Barichirá (Antigua Veraflorida). “El efecto del encomendero ausente, alejado de todos los problemas de la comunidad indígena de donde provenían sus ingresos y no interesarse sino por su parte de ganancias, hizo que los ánimos permanecieran caldeados. Para el encomendero el estado de cosas no eran objetos de su reflexión ni cuidado, solo era parte que le tocaba a los indios para producir las contribuciones que les exigía la corona, de las que se servía al encomendero para darse una vida de fastuosidad…”
Las encomiendas fueron: “Cherota al noroeste de la aldea de Bucaramanga sobre la margen sur del río Suratá. Chimatá, sobre la quebrada homónima al sur de Bucaramanga. Zapamanga al sureste de Bucaramanga, entre la quebrada Mamota y el alto río Frío. Bucarica, al sureste de Bucaramanga, entre el río Frío y el río Hato.
Guanentá en la hoya del río Suárez. Chanchón, en la hoya del río Suárez, vertiente oriental bien abajo del lugar donde se fundó luego el Socorro. Charalá o Chalalá situada al Sur del territorio Guanentino. El Pueblo Colonial de Guane, recordamos correspondía al cacicazgo antiguo de Moncora. Choaquete quebrada en las vegas del Saravita mano derecha al sur de Moncora”.
Macaregua, vertiente derecha del Suárez o Saravita, frente a la quebrada de Chiviriti. Butaregua al Sur de Macaregua. Lubigara entre los pueblos anteriores. Coratá al noroeste de Barichirá (Antigua Veraflorida). “El efecto del encomendero ausente, alejado de todos los problemas de la comunidad indígena de donde provenían sus ingresos y no interesarse sino por su parte de ganancias, hizo que los ánimos permanecieran caldeados. Para el encomendero el estado de cosas no eran objetos de su reflexión ni cuidado, solo era parte que le tocaba a los indios para producir las contribuciones que les exigía la corona, de las que se servía al encomendero para darse una vida de fastuosidad…”
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