0 20 1 Según el lugar en el que transcurre la acción, ¿en qué dos partes puedes dividir el texto? Debes decir dónde empieza y termina cada parte. C C
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
¡Qué maravilla! ¡Parece imposible! –decían.
–¿Será para anunciar magdalenas? –preguntaba uno–. ¿O para
hacer propaganda del turrón?
–Desde luego, usted no piensa más que en cosas que llevarse a la
boca. Los sombreros no son comestibles.
–Entonces, ¿son de verdad sombreros?
–No, ¡si le parece son timbres de bicicleta!
–Desde luego, parecen sombreros. Pero ¿serán sombreros para
ponerse en la cabeza?
–Perdone, ¿dónde se coloca usted el sombrero? ¿En la nariz?
Mientras continuaban las discusiones, los sombreros caían al sue-
lo, sobre los coches... y la gente los recogía y se los probaba.
–Este es demasiado ancho.
–Pruébese este, contable Bianchini.
–Pero ese es de mujer.
–Pues se lo lleva a su mujer, ¿no? O démelo a mí, que le viene bien
a mi abuela.
–Pero también le vale a la hermana de mi cuñado.
–Este lo he cogido yo.
Había gente que salía corriendo con tres o cuatro sombreros, uno
para cada miembro de su familia. Y cuantos más recogía la gente,
más caían del cielo. El contable Bianchini ya tenía diecisiete entre los
brazos y no se decidía a seguir su camino.
–No todos los días hay una lluvia de sombreros, hay que aprove-
char la ocasión. Uno se aprovisiona para toda la vida, como a mi
edad la cabeza ya no crece...
Y los sombreros llovían y llovían... Uno cayó justo encima de la
cabeza del guardia (que ya no dirigía el tráfico; total, los sombreros
se iban donde querían): era una gorra de general y todos dijeron que
era una buena señal y que pronto ascenderían al guardia.
Unas horas después, en el aeropuerto de Frankfurt, aterrizaba un
gigantesco avión que venía de Italia y que había dado la vuelta al
mundo cargado con toda clase de sombreros para ser expuestos en
la Feria Internacional del Sombrero.
El alcalde de Frankfurt había ido a recibir la preciosa carga. Una
banda municipal entonó el himno ¡Oh, tú, sombrero protector de las
cabezas de valor! Como es natural, el himno se interrumpió cuando se
descubrió que los únicos sombreros que quedaban en el avión eran
los del comandante y los de los otros miembros de la tripulación.
Por supuesto, la Feria Internacional tuvo que postergarse sin fe-
cha establecida. ¡Ah! Y el piloto que había dejado caer los sombreros
sobre Milán por error fue severamente amonestado y condenado a
volar sin gorra durante los siguientes seis meses.
Explicación: